miércoles, 29 de junio de 2011

Los Calabozos del Subconsciente

El subconsciente, a diferencia de lo que opina la psicología moderna y el psicoanálisis, para quienes al parecer no es más que una inofensiva categoría conceptual, constituye en realidad una “zona” misteriosa y peligrosa de la que poco sabemos como seres racionales. La razón no puede entender la naturaleza de lo irracional, ambos son antítesis y se excluyen mutuamente. La única manera de hacerlo es mediante la intuición intelectual, la cual actúa como una antorcha iluminando todos los rincones de la psiquis y "revelándonos" lo que “ve”. Es un error confundir el inconsciente con el subconsciente como lo hace el pensamiento moderno, pues el primero significa propiamente ignorancia, en el sentido que no se es consciente de nada, mientras que el segundo hace referencia al dominio que se extiende por debajo de la consciencia humana, a saber, sus prolongaciones inferiores. Sigmund Freud, el padre del psicoanálisis, fuertemente influenciado por la filosofía vitalista alemana y la teoría darwiniana de la evolución humana, postuló la teoría de la identidad entre el in/subconsciente y la sexualidad. A partir de ese momento todos los males del ser humano tendrán por causa una represión social y racional de los deseos sexuales, incluyendo aquellos males que son claramente de índole metafísico. Una muestra más del reduccionismo cientificista pero esta vez mezclado con las fantasías de un ser patológicamente enfermo. 


La naturaleza irracional del ser humano comienza a ser estudiada con los filósofos alemanes Shopenhauer y Nietsche, quienes criticaron a la Diosa Razón colocándose en el punto de vista de la voluntad y el deseo irracional, pero fue Freud el primero en formular una teoría no solamente de carácter filosófico sino pretendidamente científica.  Es así que nace el psicoanálisis, como una “ciencia” que postula el carácter irracional e inconsciente de las conductas humanas, socavando con ello la pretendida autonomía racional del individuo. Las causas de las acciones había ahora que encontrarlas en motivaciones subconscientes e irracionales, en nuestro instinto animal. Pero no fue sino Carl Jung quien formuló la famosa teoría del “inconsciente colectivo”, desafiando así las advertencias de su maestro: “Querido Jung, prométeme que nunca abandonarás la teoría sexual. Esto es lo más esencial de todo, comprenda que debemos hacer de ella una baluarte indestructible”. Al preguntarle Jung contra qué debía levantarse ese baluarte, Freud respondió: “contra la marea negra del fango del ocultismo”.


Con su teoría del “inconsciente colectivo” Jung ingresa a los terrenos de la espiritualidad e intenta explicar sus orígenes “irracionales” (cuando deberían ser “supra-racionales”). Debemos tener en cuenta que Freud fue ante todo un ateo y un obseso sexual que consideró cualquier expresión de espiritualidad como una función de la sexualidad reprimida. Frente a este fetichismo sexual de su maestro Jung opinaba lo siguiente: “Freud, que siempre había dado mucha importancia a su irreligiosidad, había construido un dogma; o, mejor dicho, en lugar de un Dios celoso que él había perdido, había puesto otra imagen obligatoria, la de la sexualidad… la “libido sexual” asumió el papel de un deus obsconditus, un dios oculto o escondido… Para Freud, la ventaja de esta transformación era, aparentemente, que podía considerar el nuevo principio numinoso como algo científicamente irreprochable y libre de toda contaminación religiosa” y luego añadía esta observación asombrosa “Pero, ¿qué más da, en definitiva, si al agente más fuerte se le da ora un nombre, ora otro?” Esta afirmación muestra su indiferencia hacia la verdadera naturaleza de la divinidad y explica la incongruencia metafísica de su “inconsciente colectivo” como fuente de la espiritualidad. Incongruencia que terminará desorientando a muchos buscadores espirituales, pues los conducirá por los abismos y profundidades del "psiquismo inferior". Por lo demás, el argumento que a veces sueltan los psicoanalistas, a saber, de que sumergirse en el “inconsciente” es como un “descenso a los infiernos” semejante al que tenía lugar en los antiguos Misterios es falso, como muy bien lo ha afirmado Guenon: “…una tal asimilación es completamente errada, puesto que nada hay en común en los dos casos, ni el fin, ni las condiciones del sujeto. Habría tan sólo que hablar de una parodia profana, lo cual ya le confiere a esto de lo cual se trata un carácter de falsificación sumamente inquietante. La verdad es que esta “descenso a los infiernos”, que no es seguido por ningún “re-ascenso”, es en cambio una “caída en el pantano”, queriendo aquí seguir el simbolismo utilizado en los antiguos Misterios; en el “descenso a los infiernos” la personalidad agota definitivamente ciertas posibilidades inferiores para poder luego elevarse a estado superiores; en la “caída en el pantano” las posibilidades inferiores se adueñan en cambio de ella, la dominan y terminan sumergiéndola plenamente”.


Para Jung los arquetipos universales son “estructuras del inconsciente colectivo”, reduciendo con ello lo espiritual o metafísico a lo psíquico (una forma de psicologismo) o, en su lugar, elevando lo psíquico a nivel espiritual. Pues todo lo que compete ya sea a la consciencia o subconsciencia pertenece al dominio de la psiquis, y en este caso estaríamos hablando de un “pansiquismo” que se origina al querer meter a la fuerza lo "universal" en lo "colectivo". Jung declara lo siguiente: “Toda comprensión o todo lo que es comprendido es en sí mismo psíquico, y en esta medida estamos completamente encerrados en un mundo exclusivamente psíquico”. El discípulo rebelde de Freud invierte los polos y coloca los principios metafísicos por debajo de la consciencia, en el “psiquismo inferior” del subconsciente, cuando en realidad deberían encontrarse por encima en el dominio de lo “supraconsciente”. Pues como decíamos al comienzo, el inconsciente colectivo o subconsciente a secas corresponde a las prolongaciones inferiores de la conciencia humana, aquellas que conducen a los “subsuelos” del ser. Al respecto Guenon dice: “Ciertamente se plantea algo más que una mera cuestión de vocabulario en el hecho, muy significativo en sí mismo, de que la psicología actual nunca considere más que el “subconsciente” y no el “superconsciente” que lógicamente habría de ser su término correlativo; sin duda esta es la expresión de una extensión que sólo opera por abajo, es decir, por el lado que corresponde, en este caso en el ser humano como en otros puede ocurrir con el medio cósmico, a las “grietas” por donde penetran las influencias más “maléficas” del mundo sutil, pudiéndose incluso decir  que son las que tienen un carácter más verdaderamente y literalmente “infernal”.   

El subconsciente, como hemos dicho, es un dominio que la sola razón no tiene cómo conocer. En él se encuentran “cosas” extrañas que escapan de nuestra historia biográfica individual y que pertenecen más bien a nuestra historia colectiva-arcaica antepasada. Por medio de él se pueden actualizar en nosotros “tendencias” que no nos pertenecen y que provienen de una remota antigüedad. Estas “cosas” son recuerdos, traumas o complejos psíquicos que son también conocidas como “larvas psíquicas”, las cuales son transferidas de generación en generación a través de una “memoria ancestral”. No me refiero, por supuesto, a la “amnemesis” platónica, aquel acto intelectual (supra-racional) por el cual recordamos - el Ser en nosotros se recuerda a Si mismo- nuestra verdadera naturaleza infinita, sino más bien a la memoria ancestral ligada a nuestra condición genética animal. Haciendo uso del simbolismo animal diríamos que lo que yace encerrado en los calabozos del subconsciente son sapos, cuervos, murciélagos, tarántulas y culebras (animales que representan las posibilidades inferiores del ser) que esperan ansiosamente ser liberados de su encierro, cosa que hacen alegremente los psicoanalistas.


La transferencia de esta "herencia psíquica" se realiza mediante un proceso que se conoce como “metempsicosis”, que significa propiamente el desplazamiento o transferencia de elementos psíquicos de un individuo a otro. Ananda Coomaraswamy lo explica de la siguiente manera: “Los elementos de la entidad psicofísica de Fulano cuando muere se desintegran y pasan a otros como un legado. Esto es, en verdad, un proceso que ha estado teniendo lugar a todo lo largo de su vida, y es un proceso que puede seguirse muy claramente en la propagación, repetidamente descrita en la tradición india como el «renacimiento del padre en y como el hijo». Fulano vive en sus descendientes directos e indirectos. Esta es la supuesta doctrina india de la «reencarnación» (y no lo que entiende por ella el pensamiento moderno europeo); es la misma que la doctrina griega de la metasomatosis y la metempsicosis; es la doctrina cristiana de nuestra preexistencia en Adán «según la substancia corporal y la virtud seminal»; y es la doctrina moderna de la «repetición de los caracteres ancestrales». Solamente el hecho de una transmisión tal de caracteres psicofísicos, que son las vestiduras accidentales de la personalidad trascendente, puede hacer inteligible lo que se llama en religión nuestra herencia del pecado original, en metafísica nuestra herencia de la ignorancia, y por el filósofo nuestra capacidad congénita para conocer en términos de sujeto y objeto”.

Al abrir las puertas del subconsciente, como nos pide el psicoanálisis que hagamos, lo que sucede es que aparte de salir a flote nuestros complejos y recuerdos personales también se desencadenan todo el conjunto de fuerzas tenebrosas que habitan en él. Ellas no se esfuman o desaparecen por el simple hecho de “salir a la luz”, sería muy ingenuo pensar así, sino más bien se adhieren más fuertemente a la psiquis del individuo produciéndole mayores daños. También sucede que salen expulsadas hacia espacio y desde ahí se difuminan por doquier. Son las “influencias errantes” de las que nos habla la doctrina taoísta, “residuos psíquicos” que deambulan por el espacio buscando donde instalarse. Abrir esta puerta trasera (abajo) que conduce al subconsciente es de hecho muy peligroso, habría más bien que mantenerla cerrada y buscar la puerta delantera (arriba) que conduce a lo supraconsciente y a los “reinos celestiales”. Es por todo esta "desorientación metafísica" cuando Jung plantea que los arquetipos metafísicos provienen de "abajo" que su papel contribuye considerablemente a la confusión espiritual e intelectual contemporánea. 


martes, 21 de junio de 2011

Ananda Coomaraswamy, El significado de la Muerte

El siguiente artículo pertenece al erudito e historiador de arte Ananda Coomaraswamy (1877-1947). Con una sorprendente capacidad de síntesis dilucida y esclarece las ideas tradicionales que giran en torno al significado de la muerte, mostrándonos con ello su faceta no tan conocida de eximio metafísico. Junto con Rene Guenon, a quien conoció al final de su vida y con quién desarrolló una empatía intelectual inmediata, ambos han sido los más grandes pensadores metafísicos de los últimos tiempos. 

EL SIGNIFICADO DE LA MUERTE
Ez ist nieman gotes rîche wan der ze grande tôt ist. Maestro Eckhart (ed. Pfeiffer, p.600)

El significado de la muerte está inseparablemente ligado al significado de la vida. Nuestra experiencia animal es solo de hoy, pero nuestra razón tiene en cuenta también mañana; de aquí que, en la medida en que nuestra vida es intelectual, y no meramente sensacional, nosotros estemos interesados inevitablemente en la pregunta, ¿Qué deviene de «nosotros» en el mañana de la muerte? Evidentemente, es una pregunta que solo puede responderse en los términos de qué o de quién somos «nosotros» ahora, mortales o inmortales: una pregunta sobre la validez que nosotros atribuimos, por una parte, a nuestra convicción de ser «este hombre, Fulano», y, por otra, a nuestra convicción de ser incondicionalmente.

Toda la tradición de la Philosophia Perennis, Oriental y Occidental, antigua y moderna, hace una clara distinción entre existencia y esencia, devenir y ser. La existencia de este hombre Fulano, que habla de sí mismo como «yo», es una sucesión de instantes de consciencia, de los cuales jamás hay dos que sean el mismo; en otras palabras, este hombre jamás es el mismo hombre de un momento a otro. Nosotros conocemos solo el pasado y el futuro, nunca un ahora, y así nunca hay un momento con referencia al cual nosotros podamos decir de nuestro sí mismo, o de toda otra presentación, que ello «es»; tan pronto como nosotros preguntamos qué es ello, ello ha «devenido» otro; y se debe solo a que los cambios que tienen lugar en un periodo breve son usualmente pequeños por lo que nosotros confundimos el incesante proceso con un ser efectivo.

Esto es válido tanto para el alma como para el cuerpo. Nuestra consciencia es una corriente, todo fluye, y «tú nunca puedes meter tus pies dos veces en las mismas aguas». Por otra parte, considerada individualmente, cada corriente de consciencia ha tenido un comienzo y, por consiguiente, debe tener un fin. Incluso si asumimos que una continuidad de la consciencia individual puede sobrevivir a la disolución del cuerpo (como no sería inconcebible si suponemos la existencia de una variedad de soportes substanciales, no todos tan groseros, sino más bien más sutiles que la «materia», que nuestros sentidos perciben normalmente), es evidente que una tal «supervivencia de la personalidad», al implicar todavía una duración, no aporta ninguna prueba de que una tal existencia deba durar siempre. El universo, por muchos «mundos» (es decir, lugares de composibles) diferentes que pueda considerarse abarcando, no puede considerarse aparte del tiempo; por ejemplo, nosotros no podemos preguntar, ¿Qué estaba haciendo Dios antes de crear el mundo? O, ¿Qué estará haciendo él cuando el mundo acabe?, debido a que el mundo y el tiempo son concomitantes y no pueden considerarse aparte. Si suponemos que el universo ha tenido un comienzo, también suponemos que acabará cuando el tiempo y el espacio ya no sean; y eso significará que todo lo que existe en el tiempo y el espacio debe acabar más pronto o más tarde. Recalcamos este punto debido a que es importante comprender que las «pruebas» espiritistas de la supervivencia de la personalidad, incluso en el caso de que debiéramos aceptar su validez, no son pruebas de la inmortalidad, sino solo de una prolongación de la existencia personal. Presuponer una supervivencia de la personalidad es solo posponer el problema del significado de la muerte.

Así pues, toda la tradición de la que estoy hablando asume, y a este respecto está de acuerdo con la opinión del «materialista» o «positivista», que para este hombre, Fulano, que tiene tal y cual nombre, apariencia y cualidades, no hay ninguna posibilidad de una inmortalidad; su existencia, bajo las condiciones que sean, es una existencia siempre cambiante, y «todo cambio es un morir». Se sostiene, igualmente sobre los terrenos de la autoridad y de la razón, que «este hombre» es mortal, y que no hay «ninguna consciencia después de la muerte». Todo lo que ha nacido debe morir, todo lo que es compuesto debe descomponerse, y sería vano afligirse por lo que es inherente a la naturaleza misma de las cosas.

Pero la cuestión no acaba aquí. Es cierto que nada mortal por naturaleza puede devenir inmortal, no importa que sea mucho o poco el tiempo que ello pueda durar. Sin embargo, la tradición insiste en que nosotros debemos «conocer nuestro sí mismo», qué y Quién somos. Al confundir nuestra intuición-de-ser con nuestra consciencia-de-ser-Fulano, nos hemos olvidado de nosotros mismos. De hecho, se trata de un caso de amnesia y de identidad equivocada. Recordemos que una «persona» es primariamente una máscara y un disfraz asumido, que «todo el mundo es un escenario», y que puede haber sido un engaño más bien pueril haber asumido que las dramatis personae eran las «personas verdaderas» de los actores mismos. Desde el punto de vista de nuestra tradición, el cogito ergo sum cartesiano es un non sequitur absoluto y un argumento circular. Pues yo no puedo decir cogito verdaderamente, sino solo cogitatur. «Yo» ni pienso ni veo, sino que hay Otro que es él solo en ver, oír y pensar en mí y en actuar a través de mí; una Esencia, Fuego, Espíritu o Vida que no es más ni menos «mío» que «vuestro», pero que él mismo jamás deviene alguien; un principio que informa y vivifica un cuerpo tras otro, y que aparte del cual no hay ningún otro que transmigre de un cuerpo a otro, un principio que jamás nace y jamás muere, aunque preside en cada nacimiento y cada muerte («ni un gorrión cae al suelo...»). Esta es una Vida que se vive dove s'appunta ogni ubi de ogni quando, un lugar sin dimensiones y un ahora sin duración, cuya experiencia empírica es imposible y que solo puede conocerse in-mediatamente. Esta Vida es el «Espíritu» que nosotros «entregamos» cuando este hombre muere y el espíritu retorna a su fuente y el polvo al polvo.

Toda nuestra tradición afirma por todas partes que «hay dos en nosotros»; las «almas» mortal e inmortal platónicas, los nefesh (nafs) y ruah (ruh) hebreos e islámicos, el «alma» y el «Alma del alma» de Filon, el Faraón y su Ka egipcios, los Sabios Exterior e Interior chinos, los Hombres Exterior e Interior, la Psique y el Pneuma cristianos, y el «sí mismo» (atman) y el «Sí mismo Inmortal del sí mismo» (asya amrta atman, antah purusha) vedánticos - uno el alma, el sí mismo o la vida que Cristo nos pide que «odiemos» y «neguemos», si queremos seguirle, y el otro el alma o el sí mismo que puede salvarse. Por una parte se nos manda, «Conoce tu sí mismo», y por la otra se nos dice, «Eso (el  mismo inmortal del sí mismo) eres tú». Entonces surge la pregunta, ¿En quién, cuando yo parta de aquí, estaré yo partiendo? ¿En mi sí mismo, o en el  mismo Inmortal de mi sí mismo?

De la respuesta a esta pregunta depende la respuesta a la pregunta, ¿Qué acontece al hombre después de la muerte? Sin embargo, por lo que se ha dicho, es evidente que esta es una pregunta ambigua. ¿Con referencia a quién se pregunta, a este hombre o al Hombre? En el caso de este hombre, nosotros solo podemos responder preguntando, ¿Qué hay de él que pueda sobrevivir de otro modo que como una herencia en sus descendientes? y en el caso del Inmortal, solo preguntando, ¿Qué hay de él que muera? Si en esta vida - y «una vez fuera del tiempo, vuestra oportunidad ha pasado»- nosotros hemos recordado nuestro  mismo, entonces «Eso eres tú», pero si no, entonces «grande es la destrucción».

Si nosotros hemos conocido a ese Hombre, nosotros podemos decir con S. Pablo, «Vivo, pero no yo, sino Cristo en mí». Quienquiera que puede decir eso, o su equivalente en cualquier otro dialecto der einen Geistessprache, es lo que se llama en la India un jîvan-mukta, un «hombre liberado aquí y ahora». Este hombre, Pablo, anunciaba así su propia muerte; las palabras «Contemplad a un hombre muerto andando» podrían haberse dicho de él. ¿Qué quedó de él sobreviviendo cuando el cuerpo cesó de respirar, sino Cristo? - ese Cristo que dijo, «¡Ningún hombre ha ascendido al cielo salvo el que descendió del cielo, el Hijo del Hombre, que está en el cielo!»

«El reino de Dios no es para nadie sino el completamente muerto» (Maestro Eckhart, ed. Evans, I, 419). Así pues, en las mismas palabras del Maestro Eckhart, «el alma debe entregarse a la muerte». ¿Pues qué más significa «odiarnos» y «negarnos» a nosotros mismos? ¿No es cierto que «toda la Escritura clama por la liberación de sí mismo»?
¿Come l'uomo s'eterna? La respuesta tradicional puede darse en las palabras de Yalâlu-d-Dîn Rumî y Angelus Silesius: «Morid antes de que muráis». Solamente los muertos pueden saber lo que significa estar muerto.

domingo, 19 de junio de 2011

William Blake

Los que han leído detenidamente la obra del poeta y pintor William Blake (1757-1827) saben que éste fue más que un simple artista atrapado en un esteticismo espúreo, aquel del “arte por el arte” que reduce la creación a un mero acto de placer hedonista. Su producción artística habría que compararla con aquellas tradicionales de la Edad Media o del Oriente cuya principal razón de ser era la de transmitir un mensaje trascendente siendo el artista o artesano un humilde transmisor. 

Él mismo se consideró siempre un artesano que practicaba el oficio de grabador, renegando siempre de los caprichos modernos e intelectualoides que diferencian al artesano del artista creador de “bellas artes”. Este último, el artista moderno, sucumbe a la tentación y vanidad de querer demostrar su talento individual en perjuicio del contenido simbólico de la obra; todo el arte moderno se verá afectado por este individualismo luciferino que antepone el estilo personal del autor al contenido impersonal de su obra. 


Sobre esta patología del arte moderno el historiador de arte Ananda Coomaraswamy ha dicho lo siguiente:  "La manufactura, la práctica de un arte, es, así, no sólo la producción de utilidades, sino también, y en el sentido más alto posible, la educación de los hombres. La manufactura no puede ser nunca, excepto para el sentimental que vive para el placer, un «arte por el arte», es decir, una producción de objetos «finos» o inútiles sólo para que podamos deleitarnos con «colores y sonidos finos»; tampoco podemos hablar de nuestro arte tradicional como un arte «decorativo», pues considerar la decoración como su esencia sería lo mismo que considerar la sombrerería como la esencia del vestido, o la tapicería como la esencia del mobiliario. En su mayor parte, nuestro jactancioso «amor al arte» no es nada más que el goce de sensaciones confortables. Es mejor ser un artista que dedicarse a «amar el arte»; al igual que es mejor ser un botánico que dedicarse a «amar los pinos»". 

Blake tuvo la “originalidad” de ilustrar con gravados sus propios textos poéticos, consiguiendo resultados verdaderamente hermosos. Sus obras acabadas poseen la gracia y el aspecto estilizado de los manuscritos medievales aunque con una impronta romántica propia de su época. Fue también un crítico acérrimo de la revolución industrial - demostrando con ello su espíritu anti-progresista - y se negó a formar parte del negocio de la imprenta que comenzaba a gestarse en esa época, encargándose él mismo de producir cada una de sus obras.


    
A la edad de 4 años tuvo su primera visión espiritual, cuando Dios se le aparece en su ventana, observando el entierro de un hada cuyo cuerpo yacía en el pétalo de una rosa. Luego, cuatro años después, el profeta Ezequiel se le aparece en uno de los árboles de su jardín. A la edad de 10 años, cuando su hermano Robert muere, dijo que había visto con sus propios ojos cómo “el alma salía del cuerpo y subía hacia el cielo, exultante de alegría”

Blake tuvo una capacidad visionaria altamente desarrollada, la misma que encontramos también entre algunos teósofos sufíes que han sido estudiados por el orientalista Henry Corbin. Estas visiones no deben en modo alguno confundirse con la fantasía sino más bien responden a una imaginación espiritual o Imaginatio, que como muy bien lo ha dicho Paracelso: " a diferencia de la Imaginatio vera, la fantasía (phantasey) es un juego del pensamiento, sin fundamento en la Naturaleza; nada más que "la piedra angular de los locos". Mediante esta "imaginación activa" el individuo logra penetrar en el mundus imaginalis -  "espacio" intermedio entre el mundo de la materia y el mundo del espíritu - y dialogar con las entidades sutiles o espirituales que habitan en él. 

"Los profetas describen lo que vieron en Visiones... con sus órganos imaginativos e inmortales. Un Espíritu y una Visión no son, como supone la filosofía moderna, un nuboso vapor, o una nada: se hallan organizados y articulados meticulosamente, más allá de lo que pueda producir la naturaleza mortal y perecedera. Quien no imagina rasgos más fuertes y mejores, y bajo una luz más fuerte y mejor que la de su ojo perecedero, no imagina en absoluto".


Fueron este tipo de excentricidades las que hicieron que se ganase el apelativo del "loco Blake", aunque en realidad estuviese más cerca de la genialidad que de la locura. Sin embargo, sus amigos sí supieron reconocerle esa sabiduría que fluía por sus venas, la verdadera causante de sus “extrañas” conductas y pensamiento disidente. Por lo demás, con Blake se confirma una vez más ese misterioso nexo que une los extremos opuestos como lo son la locura y la sabiduría; algunas veces el sabio la adopta intencionalmente como camuflaje y otras veces el observador distraído simplemente confunde estos dos estados, que por extremos y alejados del “sentido común” se les suele escapar de su horizonte intelectual.

Casos similares de confusión y parentesco entre la sabiduría y la locura las tenemos en todas las tradiciones: los "malamati" en el islam, los "sadhus" en la india, los "locos de cristo" en el cristianismo ortodoxo, los "heyoka" en los pieles rojas, etc. No estoy diciendo que Blake cumpliese ese rol dentro de la tradición cristiana pero sí que ciertos rasgos de su personalidad lo emparentaban con dicha función.


"Estimo la Diversión, pero demasiada Diversión es la más despreciable de todas las cosas. La Alegría es mejor que la Diversión y la Dicha, mejor que la Alegría. Creo que un hombre puede ser feliz en este Mundo. Y sé que éste Mundo Es un Mundo de Imaginación y Visión. Cada cosa que Veo la pinto en este Mundo, pero no todas las personas ven de la misma manera. Para los Ojos de un Mísero, una Guinea es más bella que el Sol y una bolsa gastada por el uso del Dinero tiene proporciones más hermosas que una Vid colmada de Uvas. El árbol que inspira a algunos lágrimas de dicha es a Ojos de otros sólo una cosa Verde interpuesta en el camino. Algunos ven la Naturaleza toda Ridículo y Deformidad, y por éstos no regularé yo mis proporciones; y Algunos apenas ven siquiera la Naturaleza. Pero para los Ojos del Hombre de Imaginación, la Naturaleza es la Imaginación misma. Tal como un hombre es, así es como Ve. Tal la formación de su Ojo, tales sus Poderes".       


William Blake fue ante todo un cristiano con una lectura muy personal e inspirada de la Biblia, un hombre tradicional con una fe religiosa y un espíritu indudablemente metafísico. Esta lectura sui generis de las escrituras bíblicas lo llevó a desarrollar una exégesis que lo alejó de las posiciones eclesiásticas y lo acercó más bien a ciertas corrientes “heterodoxas” de su tiempo, como lo fueron el Catarismo, la Masonería operativa, el Gnosticismo y la Cábala. Coloco entre comillas lo de heterodoxia porque creo más bien que para ese entonces la tradición cristiana se había ya desvinculado de su esencia o componente esotérico y que por eso mismo había devenido ella una institución heterodoxa: comenzaba su proceso de modernización que culminaría con el humanitarismo edulcorado que vemos en la actualidad.

Estas corrientes subterráneas y esotéricas, en cambio, siendo legítimamente reconocidas por la Iglesia durante la Edad Media, mantuvieron y extendieron por un tiempo más prolongado la ortodoxia con respecto al espíritu Crístico, por más que la Iglesia pasase ahora a condenarlas y perseguirlas. Todo parece indicar que Blake bebió de estas fuentes y que éstas contribuyeron al desarrollo de su exégesis bíblica tan “original” y “transgresora” (para el exoterismo cristiano).


"El Juicio Final no es Fábula o Alegoría, sino Visión. La Fábula o Alegoría son una clase to­talmente distinta e inferior de poesía. Visión o Imaginación es la Representación de lo que Existe Eterna, Real e Inmutablemente. La Fábula o Alegoría la forman las hijas de la Memoria. A la Imaginación la rodean las hijas de la Inspiración, que en suma son consideradas Jerusalén. La Fábula es Alegoría, pero lo que los Críticos llaman Fábula es Vi­sión misma. La Biblia y el Evangelio de Jesús no son Alegoría, sino Visión Eterna o Imaginación de Todo lo que Existe".




"Muchos creen que antes de la Creación Todo era Soledad y Caos. Ésta es la idea más perniciosa que puede entrar en la Mente, puesto que despoja de toda sublimidad a la Biblia y Limita Toda Existencia a la Creación y el Caos, al Tiempo y Espacio fijados por el Ojo Vegetativo, y convierte al Hombre que sostiene esta Idea en habitáculo de Descreídos demonios. La Eternidad existe y Todas las cosas existen en la Eternidad, independientes de la Creación, que fue un acto de Gracia. He representado a los que están en la Eternidad por medio de unas figuras en una Nube dentro del Arco Iris que rodea el Trono. Aparecen como en una Nube sólo cuando el tema de la Contemplación es algo relativo a la Creación, Redención o Juicio, aunque su Entera Contemplación concierne a estas cosas. La Razón de que aparezcan así es la Humillación de la Razón y del Ego escéptico, y de Rendirlo todo a la Inspiración. Por esto se verá que yo no considero ni el Justo ni el Perverso se hallen en un Estado Supremo, sino que cada uno de ellos es un Estado del Sueño en que el Alma puede caer al penetrar en sus Ensoñaciones Mortales de Bien y Mal cuando deja el Paraíso siguiendo a la Serpiente".


Es frecuente encontrar en sus escritos la idea de un Dios creador como Demiurgo Maligno (al que llama Urizen) que no sería sino La Razón desbocada que mediante sus “métodos abstractos” devora todo lo que encuentra a su paso, incluyendo la energía del deseo, ésto último una de las cosas que más encendía la ira del poeta. Blake desarrolló un sinfín de personajes que encarnaban ciertos aspectos de la existencia y que fueron dando vida a su mundo mitológico personal. Si bien es cierto esta mitología se encuentra plagada de personajes herméticos difíciles de identificar, para lo cual se necesitaría una especie de clave especial, a pesar de ello se puede intuir la carga de sentido y coherencia que la impregna.

Rene Guenon, en respuesta a una interrogante que le formula Coomaraswamy sobre el poeta en una de las tantas correspondencias que intercambiaron, dice lo siguiente: “siempre he tenido la impresión de que era otra cosa completamente diferentes de un místico, pero sin poder decir a qué se vincula exactamente (aparte del empleo de algunos símbolos masónicos). He releído sus poemas mientras he estado enfermo, y debo decir que sigo perplejo; junto a algunas cosas muy claras como las que usted cita, ¡hay tantas que son incomprensibles! Haría falta especialmente encontrar la “llave” de los nombres extraordinarios que emplea, y que no debe haber elaborado de manera puramente fantasiosa…”


"La antigua creencia según la cual el mundo será consumido por el fuego cumplido los seis años es verdadera, tal como lo escuché del infierno.


Pues el querube de la espada de fuego recibirá por entonces la orden de abandonar la vigilancia del árbol de la vida, y cuando esto haga, se consumirá toda la creación, y lo que hoy se nos parece como finito y corrupto aparecerá entonces como infinito y sagrado.

Esto llegará a suceder a través de un incremento del placer sensual. Pero antes, la noción de que el hombre tiene un cuerpo distinto del alma, tendrá que ser erradicada. Esto haré yo, imprimiendo mediante el método infernal, valiéndome de corrosivos, que en el Infierno resultan saludables y medicinales, disolviendo y borrando las superficies engañosas, y descubriendo lo infinito que yacía en ellas.

Si las puertas de la percepción se limpiaran, todo aparecería a los hombres como realmente es: infinito.

Pues el hombre se ha confinado en sí mismo hasta solamente poder ver las cosas a través de los estrechos resquicios de su caverna". 



Este último poema nos muestra a un Blake que dialoga y comparte con los demonios, lo cual puede desconcertar. Uno de sus temas predilectos fue el de la moral cristiana y la perversa inversión que ésta había sufrido en manos de los sacerdotes. Lo malo e infernal se había asociado al deseo corporal mientras que lo bueno y angelical se asociaba al componente racional, a lo que justamente reprimía este deseo. Pues bien, ante esta situación se reveló el poeta creando una obra en particular, el “matrimonio del cielo y el infierno, en la que realiza una travesía por el mundo de los demonios y en donde éstos le transmiten su “sabiduría infernal”. 

La intención de este juego poético realizado con magistral habilidad era la de demostrar que el cuerpo físico formaba parte también de la creación divina y que no debería excluírsele del modo como lo hacían los sacerdotes puritanos. Quizá la frase hermética “espiritualizar el cuerpo y corporalizar el espíritu” se aplica perfectamente para describir su intención. No puedo evitar dejar de encontrar similitudes entre esta actitud de querer espiritualizar el deseo sexual del cuerpo físico con ciertas prácticas tántricas de la India. Blake es muy claro en varios de sus poemas en enfatizar la importancia de experimentar el goce sensual no con fines hedonistas, claro está, sino más bien como parte de una "realización espiritual" tal como sucede en la doctrina tántrica. 

En ésta lo que prima, grosso modo, es el arte de la economía relacionado al acto de dar rienda suelta a las pasiones, en saber cuándo detenerse para no perder (quemarse) y así mantener una reserva energética importante que podrá ser utilizada para el trabajo de realización. Todo esto en un contexto ritual y bajo la guía de un maestro cualificado. Pues bien, creo que Blake cuando habla del "gozo eterno" y de la sensualidad lo hace enfocándolo en esa dirección. En la plancha 4 titulada La voz del diablo de su obra "el matrimonio del cielo y el infierno", afirma: 

1. El hombre no posee un cuerpo distinto de su alma; pues lo que llamamos cuerpo es una parte del alma percibida por los cinco sentidos, principales entradas al alma en estos tiempos.   

2. La energía es la única vida y procede del cuerpo, y la razón es el límite o circunferencia exterior de la energía.

3. La energía es gozo eterno.

También encontramos en la plancha 6-7 unos proverbios del infierno que recogió mientras se hallaba en su travesía por el infierno. La descripción de cómo le fueron dictados se titula "una fantasía memorable" y dice así:

"Mientras me paseaba por las llamas del infierno, disfrutando de esas delicias del genio que a los ángeles parecen locura y tormento, recogí algunos de sus proverbios; pensando que del mismo modo que los dichos al uso en un país son prueba de su carácter, así los proverbios del infierno mostrarían la naturaleza infernal mejor que cualquier descripción de edificaciones u ornamentos.

Al regresar a casa, sobre el abismo de los cinco sentidos, donde una pendiente de lados planos mira desafiante al mundo presente, vi a un poderoso diablo que envuelto entre negros nubarrones se cernía sobre los bordes de la roca. Con llamas corrosivas escribió la sentencia que aquí surge, la cual puede ahora ser percibida por las mentes de los hombres, por ellos leída en la tierra.

¿Cómo sabes si cada ave que surca los cielos no es un inmenso mundo de alegría, encerrado por tus cinco sentidos?"    

El mundo interior de este hombre visionario fue riquísimo e inagotable. Aparte de ser un artesano dedicado a su oficio fue por sobre todo un sabio con una cosmovisión muy particular del cristianismo, la cual supo plasmar magníficamente en su obra. Murió en su lecho improvisando cánticos, de los que aseguraba no ser el autor.