miércoles, 15 de octubre de 2014

Martin Lings, la lengua árabe



(...) La primera vez que los Árabes aparecieron en la historia, eran una raza de poetas cuya lengua se encontraba compuesta de una gran variedad de formas métricas, su conversación cotidiana constituyendo casi su única prosa. Poseían una escritura un poco rudimentaria, que sólo algunos de entre ellos conocían, pero preferían en todo caso transmitir sus poemas de manera viva, por la vía oral, aunque es cierto que antes de la llegada del Islam, eran los más ilustrados de todos los pueblos semitas. Eso explica sin duda, al menos en parte, porque su lengua se ha conservado tan bien: si bien el examen linguístico muestra que ella es una degradación de una lengua todavía más arcaica, es decir aún más compleja y más rica en sonoridades, el árabe era aún, 600 años d. de J.C, más arcaica en su forma y por ende más cercana a la "lengua de sem" que el hebreo hablado por Moises cerca de 2000 años antes. Fue el Islam, o más bien la necesidad de consignar cada sílaba del Corán con una perfecta exactitud, que obligó a los Árabes del siglo VII a aprender a leer y a escribir; pero, al mismo tiempo, el Coran impuso su propia lengua arcaica como modelo, y debido a que debe ser aprendido de memoria y recitado lo más seguido posible, el efecto perjudicial de la alfabetización a sido neutralizado por la presencia perpetua del árabe coránico en el lenguaje. Una ciencia especial fue rápidamente elaborada a fin de anotar y preservar la exacta pronunciación; la degradación de la lengua fue igualmente evitada por los esfuerzos sostenidos de los musulmanes en el curso de los siglos, quienes se obligaron a hablar bajo el modelo de su Profeta.

La consecuencia de todo esto es que su lengua se encuentra todavía viva hoy en día. Los dialectos se han inevitablemente formado en el curso del tiempo por la omisión de sílabas, la fusión de sonidos diferentes en uno sólo, y por otras simplificaciones; y esos dialectos, que varían de un pais árabe a otro, son empleados normalmente en la conversación. Pero la menor ocasión entraña inmediatamente el retorno a la majestad y a la sonoridad no disminuída del árabe clásico a la que se reviene a veces espontáneamente, en la conversación igualmente, cuando sentimos que tenemos alguna cosa realmente importante que decir. Por otro lado, el pequeño número que, por principio, se niega rotundamente a hablar la lengua corriente es susceptible de encontrarse frente a un dilema: o se abstienen completamente de participar en una "conversación ordinaria", o corren el riesgo de generar un efecto incongruente. La habladuría fútil, es decir la expresión rápida de pensamientos irreflexivos, a debido ser algo casi relativamente desconocido para el pasado, pues es algo a lo que las lenguas antiguas no se prestan: si los hombres pensaban con más facilidad y se aplicaban más a componer sus pensamientos, se aplicaban más también ciertamente a expresarlos. Es lo mismo para el sánscrito como para el árabe; cada uno, con su maravillosa variedad de consonánticos, nos conduce a esta conclusión: hace mucho tiempo, los órganos humanos del oído y de la articulación eran más finos y delicados que ahora; y eso está corroborado también por un estudio de la música antigua hecha de sutileza rítmica y melódica.

(Martin Lings - Creencias antiguas y supersticiones modernas, ed. Pardes 1988, primer capítulo)        

sábado, 11 de octubre de 2014

Omar Khayyam


Escucha este gran secreto: cuando la primera aurora iluminó el mundo, Adán era ya una criatura que anhelaba la noche y que anhelaba la muerte.

jueves, 2 de octubre de 2014

Ibn Arabi, la Doctrina del Sello


Extracto sacado de la obra "Ibn Arabi ou La quete du Soufre Rouge" de Claude Addas, en donde la autora hace un breve resumen de la misteriosa doctrina de los Sellos desarrollada por el Shaykh al-Akbar, el "sultán de los gnósticos" o el "Sello de los santos". Esta obra es la mejor biografía que haste el momento se hecho de Ibn Arabi, pero lamentablemente aún no se encuentra traducida al castellano. 

La especificidad de las concepciones y la tecnicidad de los conceptos desarrolladas por Ibn Arabi en torno a la naturaleza siempre misteriosa de la profecía y la santidad son magistrales. A diferencia del cristianismo, en el Islam la santidad no se ciñe a un asunto meramente moral, sino más bien se define por el sentido de una "proximidad ontológica" y, más aún, metafísica con Allah. El santo constituye así el amigo íntimo (khalil) o próximo de Allah, existiendo en la doctrina del tasawwuf islámico la concepción de una graduación jerarquía y esotérica de santos cuya cúspide estaría representada por el Polo supremo (Qubt). El santo es el depurado, el próximo, el que sigue la vía de la actualización gradual del estado primordial adámico (fitra) y el que espera en constante recuerdo (dhikr) alcanzar la "fusión sin confusión" con Allah en la "identidad suprema". Todo santo es el heredero de un profeta. 

Si bien es cierto resulta complicado en un primer momento abordar dichas concepciones por lo sutiles y elaboradas, más aún para el que no está familiarizado con la monumental obra de Ibn Arabi, luego cuando poco a poco las vamos comprendiendo comenzamos a descubrir los maravillosos tesoros y secretos escatológicos que se esconden en esta última rama cíclica del tronco de la Tradición primordial: el Islam. Purificado y depurado de su historicidad particular y revelado por lo tanto bajo su rostro de majestuosa universalidad (des-especificado), este Islam primordial al que se accede sumergiéndose en las profundidades (alturas) del tasawwuf y siguiendo el hilo de la línea akbariana se encuentra actualmente representado por el Sheikh abd al-Wahid Yahya René Guénon y el Sheikh Mustafa abd al-Aziz Michel Valsan.     


*   *   *

"Yo era profeta cuando Adam se encontraba todavía entre el agua y el barro". Para algunos awliya, este hadith es la afirmación del profeta Muhammad de la preexistencia de la haquiqa muhammadiyya, la Realidad muhammadiana. El era, fue y será. Todos los profetas que desde Adam han sido envíados a los hombres no son desde entonces sino los portadores, los receptáculos, en un momento dado de la historia humana, de una parcela de esta Realidad muhammadiana que no cesa así de viajar a través del tiempo y de los hombres hasta el momento de su exteriorización total y perfecta en la persona histórica del profeta Muhammad. Con la muerte de éste, la "puerta de la profecía legiferante" (nubuwwat al-tashri´) está definitivamente cerrada; solo existe la "santidad" (walaya), y es entonces por ella y más específicamente a través de aquellos que la realizan, los awliya´, que la haqiqa muhammadiyya continuará abriéndose camino hasta el fin de los tiempos. Y eso más aún que, para Ibn Arabi, lo hemos visto, todo "santo" (wali) es el heredero (warith) de uno de los profetas - entendiéndose que, incluso cuando se hereda de un otro profeta que no sea Muhammad, es siempre del Sello de los profetas que el wali hereda de hecho de manera indirecta.

Estas ideas serán fuertemente atacadas por varios fuqaha. Pero eso no es todo. La walaya, explica Ibn Arabi, engloba la risala y la nubuwwa; todo nabi es por lo tanto también wali, y, en la persona de cada profeta, el wali es superior al nabi. En efecto, dice, risala y nubuwwa tienen un término, que marca la muerte del profeta Muhammad; la walaya, al contrario, no tiene fin ni en este mundo ni en la vida futura - como lo atesta la designación de Dios en el Coran por el nombre al-Wali (Cor. 2:57). La diferencia entre "santidad" y "profecía" es por lo demas bastante tenue ya que, según Ibn Arabi, la walaya, en su grado supremo, aquel de los afrad, toma el nombre de nubuwwa ´amma, "profecía general" (es decir no legiferante).

Ahora bien, de la misma manera que hay en la persona de Muhammad (Cor. 33:40) un "Sello de la profecía legiferante", hay también un Sello de santos. Esta última función se reparte de hecho, en la doctrina de Ibn Arabi, entre tres personajes. El primero, el Sello de la santidad muhammadiana, sella la herencia profética propiamente muhammadiana. Es la manifestación en un momento dado de la realización integral, efectiva y única de la walaya muhammadiyya; dicho de otro modo, es la exteriorización por medio de este individuo del nombre al-wali del profeta Muhammad, que su función de rasul había en parte ocultado. "Así como, escribe Ibn Arabi, por medio de Muhammad, Dios a sellado la profecía legiferante, así también por medio del Sello muhammadiano Él a sellado la santidad que proviene de la herencia muhamadiana, no aquella que proviene de la herencia de los otros profetas: entre los santos en efecto, hay quienes heredan de Abraham, de Moises o de Jesus por ejemplo, mientras que ya no habrá más santo que sea "sobre el corazón de Muhammad".

A la muerte del Sello muhammadiana, ningúno de los awliya tendrá más acceso de manera directa a la herencia propiamente muhammadiana, pero el grado de la nubuwwa ´amma quedará abierto: habrán por lo tanto todavía más afrad. Es sólamente con el advenimiento del "Sello de la santidad universal" que será cerrada a su vez la puerta de la "profecía no legiferante": habrán todavía santos luego de su venida, pero ninguno de ellos a partir de ese momento alcanzará el maqam des afrad.   

Con el tercer Sello, en fin, la walaya, será definitivamente cerrada. Este tercer Sello no será además solamente el último de los santos, nos revela Ibn Arabi, pero también el último de los hombres en nacer en este mundo: "El último nacido del género humano será sobre los pasos de Seth y poseerá sus secretos. Ningún niño nacerá luego de él en el género humano. Es él quien es el Sello de niños (Khatm al-awlad). Tendrá una hermana que nacerá al mismo tiempo que él, pero ella saldrá antes, y el la seguirá. La cabeza de este Sello estará colocada cerca de los pies de su hermana. El lugar de nacimiento será en China y su lengua será aquella de las gentes de ese pais. La estirilidad se esparcirá en los hombres y mujeres y veremos multiplicarse los matrimonios sin nacimientos. Llamará a los hombres a Dios y ellos no responderán a su llamado. Cuando Dios tome su alma y la de los creyentes de su época, aquellos que subsitan despues de él serán parecidos a las bestias. No tendrán cuenta ni de la licitud de aquello que es lícito, ni de la ilicitud de aquello que es ilícito. Obedecerán a la sola autoridad de la naturaleza animal, no seguirán sino únicamente a la pasión libre de toda razón y de toda Ley sagrada. Y es sobre ellos que se levantará la Hora". Dicho esto, queda ahora determinar cuales son los personajes respectivamente investidos de las funciones del Sello muhammadiano y del Sello de la santidad universal. 

En lo que concierne al segundo, Ibn Arabi es categórico: es Jesus quien, para él, respresenta el Sello de la santidad universal: "Hay de hecho dos Sellos, uno por el que Dios sella la santidad en general y el otro por el que sella la santidad muhammadiana. En cuanto a aquel que es el Sello de la santidad de manera absoluta, ese es Jesus. Él es el santo a quien pertenece por excelencia la función profética no legiferante en la época de esta Comunidad (=la comunidad musulmana) ya que es a partir de ese momento separado de la función de profeta legislador y de Envíado (rasul). Cuando descienda en el fin de los tiempos, será en calidad de heredero y de Sello y no habrá después de él ningún santo a quien pertenezca la profecía general (...). En lo que concierne al Sello de la santidad universal depues del cual no habrá más ningún santo (que alcanze ese grado), ese será Jesus y hemos hemos encontrado varios santos que estaban "sobre el corazón de Jesus" o de otro de los Enviados". Conviene revelar de una vez el rol mayor que Ibn Arabi atribuye a Jesus no sólamente, como lo hemos visto, en su destino personal pero en su concepción de la historia sagrada. Ciertamente, es tradicionalmente reconocido y admitido en el Islam que Jesus redescenderá sobre la tierra en el fin de los tiempos para hacer reinar la justicia y la paz aplicando la sharí´a muhammadiana, pero jamás, a nuestro conocimiento, se le había reconocido una función específica en la economía de la walaya

Podemos entrever mejor por lo tanto la naturaleza particular de la relaciones que unen a Ibn Arabi y a Jesus y a la cuales habíamos hecho alusión en repetidas ocasiones. Ya que si Jesus es el Sello de la santidad universal, Ibn Arabi reivindica para él mismo la función del Sello muhammadiano. Es así que él declara: "Yo soy, sin nunguna duda, el Sello de la santidad, en mi calidad de heredero del Hashimita y del Mesías". O también, en un poema del Diwan:

Yo soy el Sello de santos, al igual que está atestado
Que el Sello de profetas es Muhammad
El Sello específico, no el Sello de la santidad general
Pues aquella corresponde a Jesus el Asistido.

En tanto que él es la manifestación global e integral de la walaya muhammadiyya - la fuente suprema es desde ese punto de vista superior a todos los profetas y los Envíados, pues es de él que extraen su walaya todos los profetas - entre los cuales Jesus mismo quien, en tanto que wali, está bajo la autoridad del Sello muhammadiano; en tanto que él es nabi y rasul, Jesus es por el contrario superior al Sello de la santidad muhammadiana quien no detenta ninguna de estas dos funciones: "La santidad muhammadiana, declara Ibn Arabi, es decir la que es propia a la Ley revelada a Muhammad, posee un Sello particular cuyo grado es inferior a aquel de Jesus puesto que éste último es un Envíado".

"Cuando Jesus descienda sobre la tierra en el fin de los tiempos, Dios lo autorizará sellar la Gran Santidad (al-walaya al-kubra), aquella que se extiende desde Adam hasta el último de los profetas. Eso será un honor para Muhammad puesto que la santidad universal, aquella de todas las comunidades, será sellada únicamente por un Envíado que siga su Ley. Jesus sellará entonces a la vez el ciclo de la Realeza y la santidad universal. Él es así uno de los Sellos de este mundo. En cuanto al Sello de la santidad muhammadiana, que es el Sello especial de la santidad propia a la comunidad que es aquella de Muhammad de manera aparente, Jesus será colocado bajo la autoridad de su función al igual que Elías, Khadir y que todos los santos de Dios perteneciendo a esta comunidad. Así Jesus, bien que sea un Sello, será él mismo sellado por este Sello muhammadiano".